Hacer lo que no puede hacerse

Hace ya unos cuantos años, Audi lanzó una brillante campaña publicitaria con el slogan “hacer lo que no puede hacerse”. En dicha campaña, se hacía un repaso de toda la historia de la marca y como ha ido innovado a lo largo de los años, con algunas ideas que parecía extravagantes en su momento pero que han sido los cimientos de la marca que hoy conocemos.

Gran parte de mi carrera profesional la he dedicado a la mejora de procesos, innovación y a transformaciones de calado en las organizaciones para las que he trabajado. En muchos casos, en la gran mayoría diría yo, el primer obstáculo que me ha tocado sortear ha sido el clásico” eso no puede hacerse” ( comentario muy relacionado con “aquí las cosas siempre se han hecho de esta manera”). Esta sentencia bloqueante tan rotunda puede ser o bien fruto de una reacción automática del cerebro reptiliano ante una amenaza de un cambio que amenaza un entorno de confort conocido, o bien desde una visión del problema limitado por la cultura de la empresa, el conocimiento propio y el de la propia organización.

Es evidente que un buen profesional en procesos de transformación requiere, además de una excepcional resiliencia para poder avanzar contracorriente, una innata empatía para poder leer entre líneas y entender los bloqueos de las diferentes personas claves en el proceso de transformación, para ir resolviendo cada una de esas limitaciones y permitir que el proceso fluya.

Hay una gran cantidad de retos fundamentales que las organizaciones que no resuelven simplemente por la falta de dedicación y foco. CASI todo es posible y en la mayoría de las ocasiones solamente es cuestión de intentarlo con la suficiente perseverancia y un poco de astucia para desbloquear las restricciones del sistema y lograr que… lo que no puede hacerse… se haga.

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