El pan es un alimento universal que, a pesar de su simplicidad, es un acompañante imprescindible en cualquier mesa. Como cualquier comida, el secreto para poder obtener un buen producto es partir de una materia prima de calidad, en este caso de una buena masa.
Hace unos días vi un reportaje en el que se mostraba el proceso de producción de pan a partir de masa madre, proceso antagónico a la panadería industrial tan extendida en la actualidad. Según parece, el proceso se caracteriza por añadir los ingredientes a una masa “veterana” que ha quedado remanente de las elaboraciones anteriores. La peculiaridad de este proceso está en que la masa madre le transfiere una gran cantidad de propiedades muy saludables a los nuevos ingredientes. Además, se evita la utilización de levadura, ya que la masa madre fermenta de manera natural sin necesidad de aditivos.
Llevado al mundo de la empresa, la masa madre me recuerda las ventajas de trabajar con una cultura empresarial sólida y sana, en la que aquellos que ya están en la organización impregnan de manera natural a los recién llegados de unos nutrientes – en este caso de valores, ética profesional, visión- que van a permitir que puedan crecer de manera personal y profesional dentro de la organización, y que el producto resultante por la aportación de todos sea de calidad, una calidad excepcional.
Muchas organizaciones dedican mucho tiempo a preguntarse como vender más panes en mercados donde hay una panadería casi en cualquier esquina. Se le dan muchas vueltas para cambiar el producto analizando las temperaturas del horno o los tiempos de cocción – procesos-, pero tal vez la solución pasa por decidirse a dar un salto y cambiar los ingredientes de partida, por pasar a utilizar masa madre.